El francés Pierre Lemaitre cosechó un gran éxito internacional con la aparición del primer volumen de esta trilogía que explora los cambios vividos en Francia tras la Primera Guerra Mundial. El proyecto está compuesto por tres interesantes novelas, aunque a mi juicio la calidad de las mismas vaya decreciendo a medida que avanza el proyecto. Son las siguientes:

  • Nos vemos allí arriba, situada en los años inmediatamente posteriores a la guerra.
  • Los colores del incendio, ambientada entre 1927 y 1933.
  • El espejo de nuestras penas, novela que lleva al lector al momento en que se produce la ocupación alemana de Francia.

Toda la trilogía tiene un indiscutible aire de folletín decimonónico en el que un conjunto de personajes recurrentes van progresando en sus existencias al paso que marcan los acontecimientos históricos.

En el arranque de este gran fresco narrativo, dos soldados de diferente condición social unen sus vidas en los últimos momentos de la Gran Guerra. Uno de ellos, adinerado y con grandes habilidades artísticas, ha quedado horriblemente mutilado y se niega a volver junto a su familia para no enfrentarse a un padre castrador a quien odia y sobre el que planea una venganza en forma de estafa.

Como no podía ser de otra manera, esta primera novela también cuenta con un villano, el teniente Pradelle, unos amores rotos, muchachas desvalidas y todo lo que cabe esperar de una gran historia. De la misma manera, no desaprovecha Lemaitre la oportunidad de poner en cuestión el negocio de la guerra o, más bien, de la paz llegada tras la guerra en una Francia deseosa de olvidar pronto los horrores del conflicto bélico.

En su conjunto, la primera de las tres entregas resulta una obra rotunda y plena en la que casi cualquier lector podrá encontrar algo a lo que agarrarse: acción, intriga, reflexión histórica, tormenta de pasiones. Un libro, en definitiva, para disfrutar página a página, con unos personajes bien trabajados, aunque puedan resultar algo esquemáticos en ciertas ocasiones.

La segunda entrega de la trilogía se centra en Madelaine, la hermana del joven desfigurado que había sido centro del relato anterior. La novela muestra a una joven expuesta a la brutalidad de una sociedad que se ha enriquecido con rapidez tras el conflicto armado, pero que va a destruirse por culpa de la crisis financiera de 1929. En este mundo cruel, Madelaine ha de reunir las fuerzas necesarias para sobrevivir y garantizar el futuro de su familia.

El relato decae un poco en este segundo volumen, quizás porque Lemaitre no ha sido capaz de construir unos personajes que igualen a la pareja de soldados y su extraña amistad del volumen anterior. Pese a todo, la joven Madelaine se va agrandando con el paso de las páginas hasta convertirse en su núcleo incuestionable.

La trilogía se cierra con El espejo de nuestras penas, novela que, siempre a mi juicio, desmerece un poco en la comparación con las anteriores. La trama se centra en Louise Belmont, muchacha descendiente de personajes secundarios que habían aparecido en los volúmenes anteriores. Corren años terribles y confusos para Francia. Alemania ha invadido el país en la primavera de 1940 y el ejército galo huye en desbandada. Junto a los restos de ese ejército derrotado huyen del terror nazi multitud de civiles. La novela tiene interés -qué duda cabe-; sin embargo, creo que pierde el aire folletinesco que tenían y dotaba de personalidad a las entregas anteriores. Lemaitre sigue construyendo buenos personajes y demostrando su habilidad para encontrar historias ficticias en el marco de grandes acontecimientos históricos. Esto, me parece, es una de las señas de identidad de la trilogía: hacer historia sin hacerla explícitamente y sin recurrir a personajes reales de todos conocidos.

En definitiva, la trilogía es muy recomendable por el contenido que aporta y el tratamiento del mismo. También lo es por el estilo, pues Lemaitre se vale de una prosa fresca y fácil, siempre correcta en su adecuación, que permite al lector sumergirse en las vidas de un nutrido grupo de personajes perfectamente trazados, en la mayoría de los casos.

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