No soy escritor porque nací aquí. Si hubiera nacido acá, quién sabe si podría haber tenido alguna opción. Fíjese en lo caprichoso del azar: apenas una vocal ha marcado la frontera entre el anonimato futuro y, tal vez, la inmortalidad. Pero así está diseñado este mundo nuestro y sería propio de un petulante lamentarse. Porque ya me dirá usted si es comparable un mercado, por ejemplo, donde en amigable tertulia con pescados, hortalizas y carnes una cuentera relatase historias de aquel año en que los hombres se pusieron tristes por la rutina de las pachangas repetidas. No es lo mismo que se encuentra en nuestras plazas de abastos, tan limpias, tan baldeadas al terminar la jornada; lugares en que la única incertidumbre está asociada a los números que vocea el lotero o a la procedencia de las naranjas. Aquí, aunque no lo creamos, todo está medido, todo es racional, hasta el crimen lo es. En el acá del que hablo, sin embargo, no siempre es fácil encontrar el hilo invisible que someta lo visible. Acá las cosas son, sin que sea necesario explicarlas. Por ejemplo, quien hubiera sido mi colega de haber nacido acá escribió hace unos años: “Fue el día que empezó a llover”. Ya no necesitó más, no hacía falta indicar cuánto llovió o si lo hizo de forma suave o torrencial. El que podría haber sido mi colega, si hubiera nacido aquí, no me cabe la menor duda de que habría completado la idea con matices e implicaciones, porque los escritores de aquí sienten la necesidad patológica de excederse en la información. Yo creo que se debe a que aquí no es buen campo donde cosechar historias o porque cuando se encuentra una bien simple y bien efectiva el que ha de ser su recolector se acompleja y se empeña en presentarla de manera diferente a como es. La prostituye, de alguna forma. Es posible que tenga relación, también, con que hace ya mucho tiempo que acabamos con los cuenteros de los mercados y que lo más parecido que tenemos ahora son las personas-libro, a imitación de los personajes de Farenheit 451, o esos cuentacuentos que en colegios y parques reúnen a su alrededor a niños necesitados de historias. Pero unos y otros no son verdaderos cuenteros, no son más que contadores de historias de otros; no se plantan ante la realidad para convertirla en relato. Quizás los monologuistas de humor sí serían equivalentes, aunque algo los diferencia: son show business, espectáculo, no emanan de forma natural del medio social. Seguro que esto último es una apreciación subjetiva y tonta, pero así los veo. Hasta ahora me he referido tan solo al hecho de relatar, pero creo que el principal motivo por el que no soy escritor se debe a la geografía de aquí, que se parece poco a la de acá nomás. Ya me dirá que en cuestiones de huida, pongamos por caso, la ruta de Manaos, atravesando el país de la canela, tiene poca competencia. Y si nos referimos a geografía humana ya hay que parar de contar. En una novelita de Ampuero uno de sus personajes desea ser escritor y dialoga con un amigo entrañable sobre la cuestión. El peruano es meridianamente claro: se trata únicamente de tomar apuntes en la libreta, al igual que el pintor mira su entorno y lo traslada al papel en unos trazos. El resultado, al menos visto desde aquí, es inmejorable: la unión de los bosquejos verbales da como resultado una novela única. En mi mundo, sin embargo, la posible suma de apuntes del natural daría como resultado una historia más, sin personalidad. Sería un conjunto de personas que igual podrían transitar por las calles del sur o del norte, del este o del oeste de aquí. En el mejor de los casos cambiarían los nombres de los lugares, pero esos espacios en sí no serían más que variaciones de lo mismo amuebladas en Ikea. La novela policial, la serie negra con la que algunos se llenan la boca, es buena prueba de ello. Casi todas son la misma novela en la que los actantes deambulan por calles de nombres diferentes, y poco más. Yo intenté escribir una hace algunos años y la abandoné al darme cuenta de que ya la había leído. Por cierto, esa misma sensación es la que me dejan últimamente algunos autores de acá, precisamente porque quieren escribir como los de aquí. Supongo que a ellos les sucede lo mismo que a mí, pero a la inversa. En fin, podríamos hablar horas sobre el asunto, podría usted rebatir todas y cada una de mis afirmaciones, decirme, tal vez, que no tiene sentido aludir a la cañabrava, los gallinazos, la plata grande o los mamelucos por el simple hecho de dejarse embrujar por el exotismo. Y tendría razón, pues si alguien de aquí escribiera como alguien de acá sería un farsante redomado y su obra un objeto sin valor. Por eso, precisamente, no soy escritor. Por eso hubiera preferido nacer acá.

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5 comentarios en “Si hubiera nacido…

  1. Muy buenas, José María. Hacía tiempo que no comentaba nada tuyo, pero es que el tiempo pasa demasiado rápido y nos dedicamos a cosas que nos lo hacen perder. Aunque no lo creas, la vida del jubilado no es todo color de rosa, también tiene su lado oscuro.. El mundo, en general, cree que nos dedicamos a hacer tonterías, porque todo lo que no sea producir y estar activo no merece la pena. Ahí está la equivocación, el dolce far niente es el mejor invento del género humano, junto con la siesta, que algo tiene que ver con ese no hacer nada, Antes tenía remordimientos cuando me dedicaba a pasear sin rumbo o a permanecer horas y horas sentado leyendo un libro o viendo una buena serie de televisión, pero ahora ni remordimientos ni gaitas. Escribo chorradas en el blog y tonterías en Facebook, qué le voy a hacer, es mi sino. Por eso, cuando leo estas cosas que tú escribes, este texto me ha encantado, me dan ganas de no volver a escribir. Si tú no te consideras escritor, no sé quién puede considerarse así. No digo que te dediques a ser un García Márquez o un Galdós, pero leyendo lo que se publica por ahí, no sé cómo no te atreves con alguna novela. Seguro que tendrías muchos lectores, yo el primero.
    Un saludo y a ver si alguna vez coincidimos

  2. Leyendo sus textos me doy cuenta que no se valora lo que es, un escritor como la copa un pino,aunque suene vanal, pero le animo a que se espanda en una novela, tiene muchos fans ansiosos de sus pensamientos y psicología.

  3. Doy gracias por haberme tropezado con tu pluma. Espero de corazón que no dejes de compartir lo que escribes. Un abrazo.

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