Hace un par de días hubo debate electoral. Ya saben: cinco candidatos representando a otros tantos partidos, de la derecha a la izquierda; cinco mensajes; cinco actitudes, más o menos diferentes; cinco posibilidades. Subyacía la idea de que había que elegir; flotaba en el ambiente que, si no decidías, serías culpable de lo que pasase.

Uno de ellos, Santiago Abascal, el líder de Vox, coloca su mensaje: sereno, sin estridencias, mirando a cámara, que es como mirarnos a todos a los ojos. Dice que hay miles -¿Ochenta mil? No recuerdo- de denuncias de mujeres por violencia machista archivadas en los juzgados. Silencio. El resto de los candidatos -de la derecha a la izquierda- callan, miran sus papeles, hacen como que anotan, buscan en sus maletines, no sé. Espero la réplica de alguno de ellos. Silencio de nuevo. Se cambia de tema. Un rato después, el mismo Abascal vuelve a disponer de la palabra. Ahora se centra en los MENAS, ya saben, esas siglas con las que ahora parece que hay que referirse a los menores -niños y niñas, no olvidemos- inmigrantes sin papeles. Mediante una anécdota que alude a un centro de atención de Madrid, creo, vincula con determinación la inseguridad ciudadana y la presencia de estos niños. Silencio atronador tras su intervención. Los otros políticos presentes siguen leyendo, anotando, buscando en el baúl de los recuerdos. Estoy anonado. Sigue hablando el tal Abascal: protección de la mujer contra violadores inmigrantes en manada que se van de rositas. Y sigue y sigue, mientras los demás también siguen empeñados en un disimulo melancólico que podría arrancarnos una sonrisa si no fuera tan trágica la situación.

Al fin uno de los políticos allí presentes replica. Pablo Iglesias frunce su ceño y responde con vigor, porque parece que el jefe de Vox quiere patrimonializar las víctimas del terrorismo. Ahora sí, Pablo; antes no. Otro – Albert Rivera- también se le enfrenta a cuento de chiringuitos, mamadurrias y corrupción. Muy bien, chaval; pero se te escaparon las oportunidades anteriores.

El debate termina. Abascal ha colocado -con serenidad, sin complejos, firme- su mensaje insolidario, agresivo, inmoral. Nadie se le opuso. Estupefacción. Ojos como platos. Vergüenza. Indignación.

Se les ve marchar a sus sedes con una sonrisa en los labios y satisfechos por lo realizado. Supongo que pensarán que han aumentado votos. Quizás sea así, aunque el mío lo han perdido. No puedo confiar en quien huye de combatir el mal. No puedo confiar en quienes se presentan ante los ciudadanos para lanzar discursos aseaditos en los que no se disimula esa calculadora mental cuentavotos que parecen traer instalada de serie nuestros «padres de la patria».

Al día siguiente la prensa discute sobre posibles ganadores del debate; pero no merece su atención el silencio atronador que sigue retumbando en mi cabeza. Hay que esperar un día más para que los garantes de la información veraz de nuestro país se hagan eco. Bien está lo que bien acaba, dicen, aunque no sé si estar de acuerdo.

Me entero también de que en los mítines que siguieron al debate, parlamentarios del PSOE elevaron sus voces para clamar contra el discurso de Abascal: «Son fascistas», gritaban en la verbena de la sobreactuación ante los suyos. Oigo esos gritos y recuerdo a Pedro Sánchez mirando sus papeles mientras el de Vox soltaba por su boca la mierda acumulada. Ahora sí reaccionan; ahora, cuando ya es tarde.

En otro barrio ideológico, Pablo Iglesias da a entender que podría ser beneficioso un ascenso del partido de extrema derecha, pues ello podría evitar que el Partido Popular sintiera tentaciones de colaborar con los socialistas, dejando así terreno abonado para un pacto con Unidas Podemos. La calculadora, otra vez. Pero ojo, que el líder incuestionable de la verdadera izquierda nos dice -con tranquilidad, certeza y mesura- que no se dejó llevar por cálculos, aunque podría. Entonces, ¿por qué callaste en el asunto de los inmigrantes, Pablo?

Y aquí estamos, a cuarenta y ocho horas de las elecciones, reflexionando. Oímos: a votar, a votar para no ser culpables de una victoria de las derechas. La música de fondo es la de una máquina de calcular; el escenario es el de la inmoralidad. Percibo con claridad meridiana que simplemente somos marionetas sujetas con hilos invisibles. De vez en cuando uno de esos hilos se nos enreda entre los dedos, se hace evidente. He de cortarlo, al menos ese.

Anuncio publicitario

3 comentarios en “Jornada de reflexión

  1. Excelente reflexión previa a la jornada de reflexión. A mí me pasó lo mismo, sentí rabia,indignación y me quedé estupefacto asistiendo al clamoroso y también cobarde silencio ante las barbaridades que soltaba Abascal. Que la derecha se callara puede tener un pase, aunque nunca una justificación, pero que Sánchez e Iglesias se hicieran los locos y miraran para otro lado fue absolutamente imperdonable.
    Sé que que es peligroso votar en blanco o no votar porque ya hay partidos que se están frotando las manos ante esa perspectiva, pero no se merecen otra cosa. Habría que darles una lección, aunque durante los cuatro próximos años tuviéramos que aguantar carros y carretas.
    Sé que es una utopía, pero sería maravilloso que sucediera lo que cuenta Saramago en Ensayo sobre la lucidez, mayoría de votos en blanco. Con tu permiso, comparto tu artículo en mi blog.
    Un abrazo y un saludo

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s