¿También éramos así en nuestros años mozos? ¿En qué momento nos dimos cuenta de que el universo no giraba en derredor?
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Ser el hombre gris que se cobija bajo el paraguas ofrece ventajas evidentes: no diluirse en la lluvia, por ejemplo.
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Cada vez que mi hija pequeña tilda algún hecho de “épico” no puedo evitar pensar en el pélida Aquiles y su cólera funesta. También maldigo la opresión anglosajona en que vivo.
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Asumir que esa idea brillante que estuvo rondando durante horas y no pudo ser fijada en el papel se ha perdido para siempre es el dolor definitivo.
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Paradojas: el aforismo es género de la experiencia y, por tanto, propio de la vejez; la pérdida de memoria, también característica de la senectud, sojuzga con brazo de hierro el pensamiento.